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El papá de Ana salió al balcón y la niña cerró la puerta con llave, por el lado de adentro, dejando al padre afuera.
Se miraron a través del vidrio. Ella sonreía y Pato, el papá, pedía que le abriera.
Ana tiró al piso todos los imanes de la heladera y vació todos los cajones a los accede con su estatura (¡tiene dos años y dos meses!).
Al acercarse a la puerta para escuchar los ruegos del padre para que abriera la puerta, tocaba la llave, pero no abría.
Pato dudó: ¿será que no me entiende? ¿o es que cerró de casualidad, pero no sabe cómo abrir?
De pronto, la pequeña volvió a aparecer con mocos, abrió con destreza y dijo: "Abrí para que me limpies la nariz".
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