"Está todo roto y yo ya soy grande", le dijo Ana a su papá al tiempo que pisaba con convicción el pedal del tacho de la basura y cuando se levantó la tapa, lo arrojó. Después miró al padre y le dijo: "Listo".
Cuando llegué a casa Ana bajó corriendo las escaleras para contarme el notición. A mi se me hizo un nudo en la garganta de emoción. Eran las diez de la mañana de ayer. No durmió la siesta (solía dormirla con el chupete). Y la noche fue un desastre. Lloraba y lloraba hasta que finalmente se animó:
- ¡¡Quiero mi chupete!! -dijo.
- ¿Te acordás que lo tiraste al tacho de basura?- respondí.
- Vamos a buscarlo, ahora lo quiero.
Cantamos, le hicimos muchos mimos, vino a dormir a nuestra cama y vimos dibujitos en la tele a las cuatro de la mañana. Hoy se levantó con sueño y mal humor. Yo también.
Margarita, la señora que cuida a Ana, me llamó a las cuatro de la tarde de hoy para decirme que, si bien está muerta de sueño, no quiere dormir. Y me confesó por lo bajo que ella guardó el chupete. “¿Quiere que lo lave bien y se lo de?”. Por ahora acompañamos su abstinencia.
Sin embargo me pregunto si era el mejor momento para dejar el chupete (está con diarrea hace diez días), si no está sufriendo, qué es peor si darle un chupete nuevo y dormir un poco o desvelarnos durante días y días. Por las dudas, cuando salga de la oficina voy a comprar un chupete nuevo.
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