lunes, 4 de mayo de 2015

Prohibido ordenar

Tomás trabaja de sereno en una fábrica. Ya me gusta, es poco común ese trabajo en una historia para chicos. Vuelve en bicicleta a su casa, cansado y deseando hacerse un mate y meterse en la cama. Su día termina justo antes de que empiece el de su compañera y el de sus dos hijas que se van a ir a la escuela.

Al llegar a casa encuentra todo el desorden que dejaron las chicas (las tres, mamá incluida, eso también me gusta) mientras jugaban esa tarde.

Se enoja, frunce el ceño y se pone a ordenar aunque lo que le gustaría es irse a dormir. Los bloques, el osito marrón, las muñecas, el rompecabezas, los marcadores. De a poco, la rabia se transforma en amor. En “Prohibido ordenar”, escrito por Mario Méndez e ilustrado por Mariano Díaz Prieto, los “rastros arqueológicos” que dejan los juguetes hacen que Tomás sienta que participa un poco de los juegos de su familia mientras él está trabajando. De cómo juegan, se ríen, se divierten.

Tomás sube con el mate para compartir con su compañera antes de que las nenas se levanten y se queda despierto para que ellas le den un beso antes de salir para la escuela.

Y así, “Prohibido ordenar” de Pequeño editor, con ternura y calidez, nos deja espiar en esa casa que podría ser cualquier casa: en la que los grandes nos enojamos si los chicos no ordenan, y nos gustaría pasar más tiempo jugando antes de que nuestros hijos crezcan.

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