domingo, 3 de septiembre de 2017

Aprendiendo con Bubba

Confieso que lo miré con desconfianza. Lo conozco desde que Ana, mi hija de 9 años, era pequeña y siempre le tuve un “cariño limitado”. A Ani le gustaba pero hasta ahí, así que de vez en cuando veíamos algún DVD del mono Bubba y sus amigos.

Sí, ¡cuando Ana era chiquita había DVD! Lo usábamos para algún viaje largo en auto y excepcionalmente en casa, en el horario entre el baño y la cena. Claro, ella era la primera y nosotros un poco más estructurados que ahora. De hecho había un horario de baño y otro de cena. E intentábamos que no mirara mucha tele ni pantallas. Y lo logramos. Creo que hasta los 2 años no miró la tele.

Ahora Lulú tiene 1 año y 4 meses y es FANÁTICA de Bubba. Si bien intentamos que no vea mucha tele y es la única de la familia que no usa otras pantallas, lo que siente por la simpática marioneta de Bubba es un amor incondicional, tremendo y extremo.

Conoció a Bubba por los libros. Son lindos, de tapa y hojas duras y, el que le regalaron, era sobre los sentidos. Bubba se mira al espejo y descubre su nariz, que sirve para oler flores, chocolate. Escucha el canto de los pajaritos con sus orejas; y mira por la ventana con sus ojos. Su conejito es muy suave y él lo toca con sus manos. Y, la página que se conviritió en el hit: Bubba come frutas, verduras, huevos y helados. Entonces Lulú juega a "agarrar" las uvas del libro y me da una, ella come otra y elige la sandía. Ella come un pedacito y me da otro para mí. Así por horas.

Un buen día descubrimos que Bubba estaba en Netflix. Y así como quien no quiere la cosa lo prendimos una tarde de lluvia, de esas en que el cansancio aumenta acorde caen las gotas. A la nena le encantó. Ahora conoce y reproduce los nombres de todos los animales (y qué sonido hace cada uno de ellos). Adora la canción de la vaca y la pide una y otra vez (y otra, y otra….); le divierte el tren; está empezando a identificar algunos colores y canta y pide para dormir la canción “A dormir mi conejito” que, por supuesto, es de Bubba.

En casa teníamos de Ani algunos títeres (ahora Lulú duerme abrazada a la vaca Lila y entiende perfecto cómo meter la mano para usar el títere y hacer que la vaca coma y tire besos). Los DVDs fueros reemplazados por nuevas versiones con los mismos temas musicales en Netflix, y han llegado varios libros a casa. Algunos con historias y otros para pintar y con stickers. Incluso ahora tenemos una esponja de Bubba, así que también nos acompaña a la hora del baño y, claro, ha hecho que nuestra pequeña nombre y reconozca la panza, el ombligo, las manos, la nariz, los ojos, las orejas, los pies y las manos.

Le tomé mucho cariño. Me doy cuenta que Lulú adora a Bubba, que le da tranquilidad ver millones de veces el mismo capítulo, y que ha aprendido un montón de cosas. Si Netflix saca la temporada 2, estoy evaluando no mandarla al jardín el año que viene. (Es un chiste, el jardín sirve para muchísimas otras cosas además de aprender contenidos, y ningún libro, títere o pantalla suple eso!).

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